¿Por qué se llama así la Plaza de la Cebada?

¿Por qué se llama así la Plaza de la Cebada en Madrid?

El origen de la Plaza de la Cebada

La Plaza de la Cebada es hoy en día uno de los espacios más vivos y dinámicos del centro de Madrid. Zona de reunión para aquellos que prefieren un largo aperitivo a una comida tras visitar las tiendas y puestos del Rastro. Barrio predilecto para los treintañeros que llenan sus terrazas en primavera y verano, y sus bares hasta altas horas de la madrugada durante todo el año. Una plaza que ya no lo es debido a la construcción del edificio que ocupa hoy el Mercado de la Cebada. Un lugar de Madrid cargado de historia y de recuerdos para los madrileños.

El nombre de esta plaza procede del uso que en la Edad Media se daba a este espacio, cercano en su momento a la muralla y algunas de sus principales puertas. Los agricultores de la región llevaban a esta plaza la cebada recolectada para su venta a los dueños de las caballerías y de las muchas lecherías que había en la ciudad. Era en esta plaza donde los agricultores instalaban sus puestos y donde acudían los dueños de caballos y vacas a comprar el forraje para las bestias, siendo la Casa Real, ya en la Edad Moderna, uno de sus primeros clientes. Poco queda ya de este espacio abierto de puestos, pues la urbanización ha cambiado por completo la estructura de la plaza.

El edificio más antiguo de la Plaza de la Cebada del que tenemos registros en las fuentes es el llamado Hospital de la Latina, construido en 1499, en pleno reinado de los Reyes Católicos. Su fundadora fue Beatriz Galindo, humanista a la que, por sus grandes conocimientos en letras y literatura, se conoció como la Latina, apodo que dio nombre al hospital primero y al barrio entero después. Este hospital tenía una capacidad para un máximo de doce enfermos, por lo que su labor social era muy limitada. A pesar de ello, contó con la protección de los reyes de la casa de Austria, y estuvo en funcionamiento hasta el siglo XVIII. Durante los años de la Guerra de la Independencia en los que Madrid fue uno de los principales focos de la lucha entre franceses y españoles, se convirtió el Hospital de la Latina en hospital militar, tras lo cual fue cayendo en el abandono.

En 1904, el Hospital de la Latina fue derribado para ampliar el trazado de la calle de Toledo, una importante arteria que aún hoy une la Plaza Mayor con la zona sur de la ciudad. La portada del edificio fue, afortunadamente, rescatada y, tras algunas vicisitudes, llevada a su actual emplazamiento en la Escuela de Arquitectura de Ciudad Universitaria. 

El solar del hospital y del convento anexo, también derribado fue utilizado para levantar el que es hoy uno de los edificios más emblemáticos de la zona: el Teatro de la Latina. Escenario de grandes revistas y espectáculos en los años setenta, este teatro, ligado a la figura de la actriz y empresaria Lina Morgan, pasó por algunos apuros económicos que fueron superados y es hoy uno de los escenarios más activos de la capital, referencia fundamental de las artes escénicas de toda España.

La Plaza de la Cebada como patíbulo

En el siglo XVII, la Plaza de la Cebada fue adquiriendo su configuración definitiva tras la construcción de edificios que la fueron cerrando. Durante varios siglos hubo una fuente en el centro de la plaza, destinada tanto a aprovisionar de agua a los vecinos como para abrevar a las monturas. En algún momento a partir del siglo XVII, además de ser un lugar de mercado de frutas, verduras y carnes, se convirtió en el lugar donde se celebraba la romería de San Isidro en el mes de mayo, festividad que aún hoy llena las calles del barrio con puestos, tómbolas y bares.  

En el siglo XIX, la Plaza de la Cebada combinó su uso comercial con uno más siniestro: se convirtió en el escenario en el que se alzaba el patíbulo cada vez que se ejecutaba una sentencia de muerte en Madrid. En aquellos tiempos, una sentencia a muerte tenía una función tanto punitiva para el criminal como ejemplar y disuasoria para el que la presenciaba, por lo que tenía que llevarse a cabo en un espacio amplio que pudiera dar cabida a una gran multitud. Las ejecuciones fueron muy frecuentes en tiempos de Fernando VII, ya que este monarca llevó a cabo una cruenta represión contra todos los liberales y afrancesados que ponían en cuestión su monarquía absoluta. 

El poeta romántico José de Espronceda dejó en su poema “El reo de muerte” una colorida descripción de cómo se vivían estas sangrientas jornadas. Sin duda, la ejecución más célebre que se llevó a cabo en la Plaza de la Cebada fue la del coronel Rafael de Riego, símbolo del liberalismo al haber sido él quien iniciara el golpe de estado en 1820 que pretendiera acabar con el poder absoluto de Fernando VII. Riego fue ejecutado en el patíbulo por orden del rey, para que todos los madrileños vieran la suerte que correría todo aquel que osara desafiar el poder de la Corona.

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