¿Quién fue Eloy Gonzalo?

¿Quién fue Eloy Gonzalo?

La estatua de Eloy Gonzalo en la Plaza de Cascorro

Las grandes ciudades suelen reservar sus monumentos y estatuas a los grandes políticos y generales del pasado. Reyes, almirantes, nobles, brillantes intelectuales y escritores, pueblan las plazas y calles de las urbes del mundo, siendo raro encontrar una escultura dedicada a un hombre del pueblo, por muy reseñables que fueran sus hazañas o por muy beneficiosos que resultaran los beneficios para su patria. Madrid no es una excepción a esta realidad generalizada. 

Existe, sin embargo, una pequeña escultura en el centro de la ciudad que rompe esta tendencia general. Una estatua dedicada a un hombre que salió de la anónima muchedumbre popular, pero que con su esfuerzo se ganó un derecho a quedar inmortalizado en un monumento. Hablamos de Eloy Gonzalo y su escultura en la plaza de Cascorro, en el entorno conocido popularmente como el Rastro.

El Rastro es, sin duda alguna, una de las zonas más castizas de Madrid. Aunque las ordenanzas municipales de los últimos tiempos le han hecho perder la frescura caótica de antaño, este mercadillo continúa siendo un punto de encuentro esencial para quienes, cada domingo por la mañana, buscan comprar algún objeto de segunda mano, una antigüedad, cambiar cromos y otros objetos coleccionables, o simplemente dejarse perder entre la multitud. Presidiendo esta muchedumbre y su ensordecedor rugido, se encuentra la escultura de Eloy Gonzalo, que observa todo con sus ojos de metal. Un hombre joven, con barba, que porta bajo el brazo lo que parece ser una gran lata de combustible o pólvora y una antorcha encendida en la mano contraria. Pocos de los paseantes, compradores y vendedores saben quién fue este Eloy Gonzalo cuya estatua se alza en el centro de la plaza de Cascorro.

La historia de Eloy Gonzalo

Este personaje fue un huérfano como tantos otros en los difíciles tiempos de finales del siglo XIX. Abandonado en una inclusa, fue pronto adoptado por una familia dispuesta a prodigarle algo de cariño, pero sus padres adoptivos fallecieron cuando él apenas había llegado a la adolescencia. Como única salida a sus miserias, Eloy Gonzalo decidió enrolarse en un ejército que, desbordado por la situación en Cuba, demandaba hombres de forma constante. De hecho, una pelea con un oficial por un asunto de faldas, acabó con Gonzalo sentenciado a muerte, y con la única posibilidad de partir a combatir en Cuba para redimir su pena. Eloy Gonzalo fue enviado entonces a la guerra en el Caribe, junto con la última generación de españoles que combatió por el menguante y en ocaso imperio colonial.

Una vez en Cuba, Eloy Gonzalo destacó por su valentía y su arrojo en un momento en el que el desanimo cundía entre unas tropas mal pagadas, sin provisiones y sin material para hacer frente a los rebeldes. Los cubanos, financiados por Estados Unidos, avanzaban terreno cada día, y el ejército español poco podía hacer para detener el proceso. 

El valor del nuevo recluta Gonzalo no impidió que la unidad a la que pertenecía, un grupo formado por ciento setenta hombres, quedara asediado y rodeado por varios miles de soldados cubanos en la localidad de Carrasco, a escasa distancia de La Habana. Sólo un milagro podía salvar a los españoles de perecer a manos de sus enemigos. Fue entonces cuando Eloy Gonzalo se presentó voluntario para llevar a cabo una acción que permitiera al menos ganar algo de tiempo. Su plan era incendiar un edificio que servía de cuartel para las tropas cubanas y crear la confusión entre el enemigo, una misión de la que era evidente que no podría regresar con vida. Eloy Gonzalo argumentó que él no tenía seres queridos que les esperaran en España, y que tal situación le convertía en el individuo perfecto para la misión. Sólo pidió a cambio de su sacrificio que su cuerpo fuera repatriado a España. El oficial al mando de la tropa aceptó y, tras rodear la cintura de Eloy con una cuerda, de forma que su cuerpo pudiera ser recuperado, le dejó partir. Eloy Gonzalo se adentró entre las filas de los enemigos portando una gran lata de gasolina y una antorcha. Al llegar al interior del edificio, le prendió fuego. Sin embargo, las heridas causadas por los cubanos y las quemaduras sufridas en el incendio, acabaron con su vida. Sus compañeros, fieles a la promesa realizada, recuperaron su cuerpo gracias a la cuerda

La acción de Eloy Gonzalo sirvió para que las tropas españoles pudieran resistir un tiempo más hasta la llegada de refuerzos. Aunque finalmente Cuba se perdió años después, todos los que habían combatido en Carrasco recordaron la acción de Eloy Gonzalo y, cuando regresaron a España, contaron sus hazañas hasta que éstas saltaron incluso a la prensa. El rey Alfonso XIII, recién llegado al trono, decidió en 1901, concederle a este soldado el honor de que su estatua presidiera la recién bautizada plaza de Cascorro. 

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