¿Cuáles eran los poderes de los ediles en la República romana?
¿Cuáles eran los poderes de los ediles en la República romana?
Los ediles: administradores de la ciudad de Roma
El término edil está relacionado con la palabra latina para designar los templos, de donde podemos deducir que su función original sería la de mantener estos espacios sagrados en buenas condiciones. Aunque a lo largo de la historia de Roma nunca llegaron a abandonar esta función, su cometido su fue ampliando a la conservación y el mantenimiento de todas las estructuras urbanas, así como de la construcción de aquellas que fueran necesarias. También eran los encargados de organizar los juegos y los actos de algunos de los festivales más importantes del año romano.
En los orígenes de la República, los ediles eran siempre patricios, pero las mismas circunstancias que dieron lugar a la creación del tribunado de la plebe desembocaron en la creación de los ediles plebeyos. Desde este momento coexistieron en la estructura de la República dos tipos de ediles, los curules, sólo al alcance de los patricios, y los plebeyos, reservados para este grupo social. Aunque es posible que al final de la República sus funciones su hubieran confundido, en la República Media tenían labores diferenciadas. Los ediles plebeyos comenzaron siendo los asistentes de los tribunos de la plebe, pero pronto asumieron también la responsabilidad de poner por escrito los decretos emitidos por el Senado. Los ediles curules, a su vez, tenían el poder de aprobar medidas legislativas relativas a la organización de la ciudad, tales como disposiciones sobre los mercados o el uso de las aguas. Al final de la República estas funciones fueron repartidas entre los ediles de forma indeterminada a comienzos de su mandato.
Ser edil se consideraba un paso intermedio en el cursus honorum, aunque no todos los políticos romanos pasaban por esta magistratura. De forma regular, era el paso que mediaba entre la cuestura y la pretura. Cuando la carrera política quedó regulada por ley, el acceso a ser edil se limitó a los mayores de los treinta y cinco años.
Desempeñar esta magistratura era, sin embargo, algo que sólo estaba al alcance de las economías más saneadas, ya que en muchas ocasiones la financiación de las obras públicas que surgían durante su año de mandato tenía que salir del bolsillo del propio político. Aunque era una oportunidad para el aristócrata de mostrar al pueblo su generosidad y ganarse de este modo su favor de cara a futuras elecciones, eran pocos los patrimonios que podían permitirse ser especialmente generosos como ediles. Resultaba muy habitual que los candidatos se endeudaran fuertemente como ediles en la esperanza de poder recuperar el dinero, multiplicada varias veces a poder ser, cuando fueran nombrados pretores o cónsules y obtuvieran el gobierno de una provincia a la que poder saquear a placer. Aquellos que desempeñaban el cargo de edil y se mostraban poco generosos se convertían en figuras poco populares entre el pueblo, tal y como pudo comprobar un más bien tacaño Cicerón.
PARA SABER MÁS…
«La República romana», José Manuel Roldán
«The constitution of the Roman Republic», Andrew Lintott
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