¿Cuál es el edificio más antiguo de Madrid?
¿Cuál es el edificio más antiguo de Madrid?
Una respuesta con trampa
La pregunta de cuál es el edificio más antiguo de Madrid tiene trampa. Siendo honestos, la antigüedad del edificio más vetusto no podría llevarse en ningún caso más allá de de la Edad Media, momento en el que se fundó el castillo que posteriormente se convertiría en la ciudad de Madrid. Desde este estricto punto de vista, el honor del edificio más antiguo de Madrid, según los historiadores, recaería en la Casa y Torre de los Lujanes, en plena Plaza de la Villa. Este conjunto arquitectónico, que formó parte del ayuntamiento de Madrid hasta su traslado, fue construido en el siglo XV, al tiempo que la monarquía castellana comenzaba su andadura hacia el autoritarismo.
Sin embargo, existe un edificio en Madrid más antiguo que la Torre de los Lujanes. Más antiguo incluso que la propia ciudad. ¿Cómo es posible que Madrid albergue una construcción más antigua que ella misma? Avatares del destino y de la política internacional han hecho que un fenómeno así sea posible.
El edificio más antiguo de Madrid
El edificio más antiguo que se alza en la capital de España no fue construido originalmente en el suelo de Madrid, sino a miles de kilómetros de distancia, en las soleadas tierras de Egipto. Hablamos del Templo de Debod, un edificio sacro levantado en época helenística que hoy puede contemplarse junto al Paseo de Rosales, coronando una de las estampas más hermosas y pintorescas de Madrid.
El Templo de Debod fue un regalo del gobierno de Egipto a España como respuesta a la ayuda que ésta brindó al país del Nilo para salvar el mayor número posible de monumentos arqueológicos amenazados de quedar anegados bajo las aguas tras la construcción de la presa alta de Assuán. Este proyecto hidrológico fue proyectado y realizado por el gobierno egipcio de Nasser para mejorar el aprovisionamiento de agua del país y construir grandes centrales hidroeléctricas que surtieran de energía a un por entonces muy atrasado Egipto. Aunque el proyecto contó con la aprobación de la mayor parte de la población, desde el punto de vista cultural suponía un inmenso problema: la construcción de la presa conllevaba la anegación inmediata de centenares de yacimientos arqueológicos de diversas épocas. El gobierno de Nasser se mostró sensibilizado ante el problema, pero informó que la construcción de la presa era una prioridad absoluta y que las arcas públicas del país no estaban en situación de acometer un rescate masivo de piezas arqueológicas. Ante esta situación, la UNESCO, el organismo de las Naciones Unidas encargado de velar por el cuidado del patrimonio arqueológico en todo el planeta, hizo un llamamiento a todos los países del mundo para que colaboraran con Egipto en la medida de sus capacidades para rescatar la mayor cantidad posible de monumentos por medio de excavaciones arqueológicas de emergencia. La egiptóloga Christiane Desroches Noblecourt, conservadora del parisino Museo del Louvre, fue la encargada de hacer un inventario de todos los monumentos amenazados, una lista que sirvió para concienciar a muchos gobiernos de la necesidad de colaborar con Egipto para salvarlos.
El gobierno de España fue uno de los primeros en reaccionar, encargando al arqueólogo Martín Almagro que creara un grupo de especialistas para que marcharan a Egipto a colaborar en las tareas de rescate. Martín Almagro y su equipo se trasladaron a Nubia y comenzaron a trabajar en diversos yacimientos, colaborando codo con codo con las autoridades egipcias y los arqueólogos de diversas nacionalidades. El esfuerzo de estos equipos permitió que grandes monumentos, como el Templo de Abu Simbel, fueran desmontados y trasladados a emplazamientos más seguros, donde todavía hoy pueden contemplarse. El tiempo y los medios eran, sin embargo escasos, y otros muchos yacimientos quedaron, por desgracia, cubiertos por las aguas.
Como agradecimiento por los servicios prestados, el gobierno de Nasser regaló a España el Templo de Debod, una pequeña construcción del siglo II a.C. que había sido desmontada y guardada pieza por pieza en la isla de Elefantina hasta que se encontrara un nuevo emplazamiento. Los enormes bloques de piedra se desplazaron hasta el puerto de Alejandría, y desde allí viajaron en barco hasta Valencia, donde fueron apilados en camiones hasta llegar a su destino definitivo: Madrid. El emplazamiento que el gobierno eligió para el monumento fue el solar que antiguamente ocupaba el Cuartel de la Montaña, punto en el que se inició el golpe de estado contra la República en 1936 y que quedó destruido tras su fracaso.
Los problemas empezaron en el momento en el que Martín Almagro y su equipo comenzaron a reconstruir el templo. Las autoridades egipcias sólo habían enviado junto con las piezas un simple croquis y una fotografía del alzado. Muchos de los bloques de piedra, además, habían perdido su numeración, por lo que resultaba imposible saber cuál era su ubicación exacta. A pesar de estas dificultades, y tomándose unas libertades que aún hoy son fuertemente criticadas, consiguieron levantar de nuevo el Templo de Debod, que se alza majestuoso hasta hoy en pleno corazón de la ciudad.


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