¿Cómo fue el asesinato de Prim?

¿Cómo fue el asesinato del general Prim?

Juan Prim presidente del gobierno

Las calles de Madrid fueron testigos, en diciembre de 1870, de uno de los sucesos que cambiaron la historia de España y puede que de toda Europa. Nos referimos al asesinato del general Juan Prim, el político más influyente de la España del momento y la persona en la que recaía la responsabilidad de guiar la nación hacia un nuevo y prometedor futuro. Su muerte, pocos días antes de la llegada de Amadeo de Saboya, que sería coronado como Amadeo I, supuso el final de las esperanzas de instaurar en España una nueva dinastía que renovara una institución pervertida y desprestigiada durante un siglo por los Borbones.

Juan Prim era por aquel entonces presidente del gobierno provisional que aguardaba a la llegada de un nuevo monarca. Durante los meses que estuvo en el cargo, demostró tener una clara idea de lo que quería para el país, reprimiendo por un lado los excesos de aquellos que querían instaurar una República, y tratando de solucionar de forma enérgica algunos de los problemas que lastraban el desarrollo de España, como la guerra en Cuba o el problema carlista en el norte. En el caso cubano llegó a proponer que se aceptara la independencia de la isla si así lo decidía el pueblo en una consulta democrática, lo que le granjeó la oposición de los grandes terratenientes con intereses en las Antillas. Por otro lado, su apuesta decidida por el joven Amadeo de Saboya como nuevo monarca de España le granjeó numerosos enemigos, siendo el más poderoso de todos ellos Antonio de Orleans, duque de Monpensier y cuñado de Isabel II, que deseaba la corona para si mismo.

Tras un largo debate en el que se llegó a ofrecer la corona de España al general Espartero y al miembros de diversas casas reales europeas, Prim consiguió que el Congreso comprendiera la idoneidad de elegir a Amadeo de Saboya, un candidato que no despertaría la hostilidad de ninguna otra nación y que podía aunar en su persona a los diversos grupos políticos que había en España. 

El día 27 de diciembre, Prim logró la aprobación de las últimas medidas relativas al nombramiento de Amadeo I y salió del Congreso rumbo a su residencia presidencial, en el madrileño Palacio de Buenavista. El trayecto era muy corto, y Prim lo realizaba casi cada día, muy a menudo a pie. Aquella tarde, sin embargo, caía una fuerte nevada sobre las calles de Madrid, por lo que el general decidió hacer el viaje en una berlina, acompañado de varias personas. 

El asesinato del general Prim

El trayecto que la berlina debía recorrer era muy corto, en torno a diez minutos dependiendo de las incidencias y de lo que fustigara el conductor a los caballos. Una vez se dejaba atrás el Congreso, debía tomarse la calle del Turco, actualmente denominada Marqués de Cubas, atravesar la calle Alcalá y recorrer la calle Barquillo en la que se alzaba y se alza el Palacio de Buenavista. Ni Prim ni sus acompañantes podían sospechar que aquel sencillo viaje en carruaje por las calles del centro de Madrid les deparara una sorpresa desagradable.

A comienzos de los años setenta del siglo XIX, el miedo a un posible atentado terrorista era inexistente. Por supuesto, existían complots e intentos de asesinato, pero eran tan aislados y afectaban tan rara vez a las élites políticas, que muy pocos los tenían en cuenta. Por ese motivo, ni Prim ni sus contemporáneos se plantearon en ningún momento cambiar la ruta por la que se dirigían cada día a sus domicilios. Las probabilidades de un atentado eran sencillamente ridículas.

Sin embargo, aquella tarde del 27 de diciembre se había orquestado un atentado para acabar con la vida del presidente del gobierno. 

Al tomar la calle del Turco, el conductor de la berlina observó a través de la nevada que una pareja de carruajes se habían atravesado en la calle, impidiendo el paso. Uno de los acompañantes de Prim se bajó de la berlina para tratar de arreglar la situación, y fue entonces cuando se desató el tiroteo. Un grupo de cuatro o cinco hombres se lanzaron sobre el carruaje y abrieron fuego contra ella con sus armas, llegando uno de ellos a introducir el cañón dentro de la cabina e hiriendo a Prim de gravedad. El conductor reaccionó con premura y consiguió sacar la berlina de la emboscada y escapar hacia el palacio de Buenavista. Los atacantes se perdieron en la noche madrileña y nada se supo de su identidad.

Cuando el carruaje llegó a la residencia presidencial, la vida de Prim no parecía correr peligro a pesar de las heridas recibidas. Aquella misma noche, los médicos lograron extraer del cuerpo del general todas las balas y esquirlas, incrustadas especialmente en su hombro y su mano derecha. A pesar de los cuidados recibidos, las heridas de Prim se infectaron, y el presidente del gobierno murió dos días después.  

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